Por Francisco Tavárez, Comunicador y Periodista
La situación en Venezuela es sumamente tensa, y, sinceramente, previsible. Todos aquellos que pensaron que Nicolás Maduro iba a aceptar una derrota electoral simplemente subestimaron la realidad de los regímenes autoritarios. Los dictadores no se sacan del poder con las urnas. Nunca. La historia latinoamericana está plagada de ejemplos donde los dictadores se aferran al poder a toda costa, y Nicolás Maduro no es la excepción.
La reciente farsa electoral en Venezuela ha dejado claro una vez más que no se puede confiar en un Consejo Nacional Electoral que está al servicio de la dictadura. En cuestión de horas, después de que todos los estados daban una amplia ventaja a Edmundo González, resulta que Maduro «gana» con un 51% de los votos. Este resultado es, a todas luces, sospechoso y demanda un recuento exhaustivo de los votos y una revisión detallada de las actas. Sin embargo, ¿aceptará Nicolás Maduro y su gobierno llevar a cabo este proceso transparente? ¡Claro que no!
Incluso el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Anthony Blinken, ha exigido un recuento de todos los votos, aunque dudo mucho que el régimen de Maduro acceda a esta petición. La comunidad internacional, incluyendo a Estados Unidos y todos los países que han estado vigilando de cerca este proceso en Venezuela, deben prepararse para el próximo paso. La diplomacia, las declaraciones y los llamados de atención no serán suficientes para que Maduro entregue el poder.
Es imperativo que la comunidad internacional tome acciones más contundentes. El pueblo de Venezuela no aguanta más. La historia nos ha mostrado que la presión internacional, combinada con el coraje y la determinación del pueblo, puede llevar a cambios significativos. Pero, como siempre, esto requiere un esfuerzo concertado y una voluntad firme de enfrentar a los dictadores que se niegan a dejar el poder.
Venezuela necesita urgentemente un cambio, y este no vendrá de las urnas mientras los mecanismos electorales sigan controlados por el régimen. La esperanza radica en una combinación de presión internacional y resistencia interna, aunque el camino no será fácil. La lucha por la libertad y la democracia continúa, y el mundo debe estar preparado para apoyarla con todas sus fuerzas.
