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Bukele: un fenómeno de El Salvador que gana admiración en América Latina

Uno de los principales problemas que han tenido países de Centroamérica ha sido el tema de la violencia y la delincuencia que generan las pandillas. Una de las razones en las caravanas que salían desde Honduras a la frontera de Estados Unidos con México es el terror implantado por las pandillas.

Las mismas se apoderan de las propiedades de la gente y se las quitan y por temor a enfrentarlos mejor salen huyendo. En el Salvador hay más de 70 mil pandilleros.

Nayib Bukele, es considerado por muchos críticos como alguien que tiene desvaríos autoritarios, militarista y no tolera el periodismo independiente.

En menos de dos años, su gobierno acumulaba señalamientos de corrupción, de nepotismo, de una cuestionable gestión económica y de irrespeto a los derechos humanos.

Incluso hay quienes lo han tildado como una amenaza para la democracia y el Estado de derecho. Sin embargo, el partido de Bukele, recibió el respaldo del 65% de los votantes salvadoreños en las elecciones legislativas.

La sociedad salvadoreña ha dado un apoyo tan abrumador a Bukele por dos razones fundamentales:

La violencia atribuida a las maras, una de las preocupaciones primarias para los salvadoreños de estratos sociales empobrecidos, se ha reducido a mínimos históricos.

El Salvador cerró el 2020 con una tasa de homicidios por cada 100,000 habitantes inferior a la de México. El país norteamericano cerró entre 26 y 29 homicidios por cada 100 mil habitantes. Mientras El Salvador terminó con una tasa entre 18 y 20, la mitad que en 2019.

El Salvador ha encadenado cinco años consecutivos de fuertes descensos en sus cifras de violencia homicida. De 6,656 homicidios en 2015 (en un país de 6.5 millones de habitantes) se ha pasado a los menos de 1,300 en todo el 2020. Y cerró el año 2021 con 1,127 homicidios causados por las maras.

La violencia es un tema clave para El Salvador, el cual ha lastrado el desarrollo económico y social por décadas. Pero lo más importante: Bukele representa a esa juventud que se cansó de lo mismo, que aborrece una partidocracia cuyo norte ha sido la corrupción. También el enriquecimiento ilícito, la burla y la desfachatez.

Su país le va a agradecer si logra terminar con ese flagelo. Si tiene que revisar sus métodos para no violentar los Derechos Humanos que lo haga, pero que no le baje. No se le puede dejar el país a los malos cuando los buenos son mucho más.

Por: Francisco Tavárez, el Demócrata.