En el día de ayer eligió el nuevo presidente ofreciendo un espectáculo de un enfrentamiento ideológico entre dos hombres que se oponen a nivel político.
El país estuvo dividido entre dos proyectos políticos en conflicto. El proyecto conservador de extrema derecha se enfrentó al de transformación social encarnado por la izquierda unida por primera vez en más de treinta años.
Desde el 2019 Chile ha reclamado una serie de demandas sociales que conllevan una reforma de la constitución y a la ley de seguridad social.
A esto se le suma las pretensiones de los indígenas de tener acceso a la tierra. De tener derechos que les permitan realizar un cierto número de logros sociales e identitarios, siendo estos algunos de los temas que dividen al electorado.
Otro tema importante sigue siendo el problema de diferenciar la atención de salud. En virtud de la existencia de una panoplia de modelos de seguro que perjudican a los pobres y los ancianos en el sistema de salud.
La estabilidad que ha definido la democracia chilena durante las últimas tres décadas parece cuestionada. Bajo el peso del deseo de cambio que depende de las demandas sociales y políticas que emanan del país más neoliberal del mundo.
La bandera de la extrema derecha la iza el candidato del Partido Republicano, José Antonio Kast. Era el símbolo del orden, la disciplina, la lucha contra la delincuencia, el narcotráfico, la inmigración y el control de fronteras. También el respeto a los valores tradicionales en una sociedad plagada de cambios estructurales desde las demandas llevadas por el movimiento social de 2019.
De igual manera Kast es el antiaborto, uno de los temas que está cobrando impulso y que es objeto de una serie de demandas sociales.
Dentro de sus promesas estaba la abolición del Ministerio de la Condición Jurídica y Social de la Mujer e Igualdad de Género. Para él, es un ministerio de más. Y se opone al matrimonio entre personas del mismo sexo. En Chile se le percibe como un nostálgico de Pinochet que quiere realzar un Chile de antaño. El lema de su campaña da testimonio de su concepción de país: Atrévete a hacer de Chile un gran país.
El otro candidato, que resultó ganador, es Gabriel Boric (35), un ex líder estudiantil de la reconocida Revolución de los Pingüinos del 2009. Es el abanderado de las demandas de 2019, que empujaron a los chilenos a votar, por más del 78%, una reforma constitucional en octubre de 2020.
Boric es garante de los servicios sociales y promete fortalecer el rol del Estado en a través de intervenciones a favor de los más pobres. Boric es quien pidió, cuando era líder estudiantil en 2011, educación superior gratuita. Pretende cuestionar el papel del sector privado y sus ganancias en el sistema de pensiones de Chile.
La polarización que vive Chile refleja los efectos de un espectro político sensible. Boric inicia una nueva etapa en el proceso democrático chileno que está sujeto a cambios importantes. En particular los relacionados con la redacción de una nueva constitución y las demandas de justicia social.
Esperemos que esa visión socialista de Boric no represente un retroceso para Chile ni logre el miedo que ha generado en Perú Pedro Castillo. Ahora toca trabajar por la cohesión de la sociedad.
Por: Francisco Tavárez, el Demócrata.