|
Getting your Trinity Audio player ready...
|
Por Cándido Simón
Esa sentencia es cruel, excesiva, inhumana, simbólica y popular.
Fue dictada por aclamación popular para complacer la saña, el odio y el rencor promovido por un pequeño sector intolerante, en su mayoría sin conocerla, no por el desfile de evidencias desarrolladas en el proceso.
Es el producto de una «justiciera» erigida en paladín de la única verdad posible, la suya.
Es simbólica al condenarle a pagar 2 millones de pesos por cada querellante, a sabiendas de que Elizabeth es una mujer desposeída, solo para satisfacer las malquerencias enviando el meta mensaje de «quien es la que manda en la justicia penal del espectáculo»
Este proceso acaba de comenzar, hemos rebasado el primer capítulo de una larga serie que la experiencia nos ha enseñado terminaría en el ostracismo.
Era de esperarse que en esta primera etapa se dictaría una sentencia popular, que resulte agradable a ese sector enardecido por la soberbia, esa que la odia sin siquiera conocerla, Elizabeth estaba preparada para eso, es un latigazo más de tantos que han laserado su espalda.
Ha dicho que «de rodillas solo ante Dios».
