Uno de los aspectos que más condicionan la relación entre los ciudadanos y el poder político son las actitudes. Actitudes como el cinismo político, el desinterés por la política o el descontento con los gobiernos están fuertemente vinculadas al grado de confianza que los ciudadanos depositan en las instituciones de representación política en general.
Un rasgo distintivo de la cultura política en las democracias surgidas durante la tercera ola democratizadora es la combinación de apoyo a la democracia con un amplio sentimiento de desconfianza hacia los partidos políticos y las instituciones que sostienen el régimen.
No existe una teoría general sobre la desafección política que proporcione un punto de referencia claro. Sin embargo, hay consenso en cuanto a cuándo y en qué circunstancias surge, así como en la complejidad de definirla. En cuanto a su surgimiento, estaría relacionado con una especie de cansancio hacia la política tradicional.
La desafección política es un concepto cada vez más utilizado y diversamente definido. Si se considera como una especie de síndrome, sería posible situar sus síntomas en un continuo. Este continuo iría desde un polo positivo, con ciudadanos completamente integrados y con fuertes sentimientos de cercanía a su sistema político, pasando por puntos intermedios caracterizados por un cierto desapego respecto a elementos significativos del régimen político, hasta llegar a un polo más negativo, definido por una hostilidad completa hacia el sistema político y un consecuente alejamiento del mismo.
Ese desapego de la actividad política también se refiere al distanciamiento o falta de interés de los ciudadanos en la política, así como a su auto-reflexión como actores políticos. Implica, además, en qué medida los ciudadanos expresan cierto interés o muestran alguna preocupación por la política y los asuntos públicos.
En las últimas décadas, nuestro país no ha estado exento de este proceso, y es por eso que desde diversos sectores se advierte una crisis de la democracia en la República Dominicana. Esta crisis se caracteriza principalmente por un aumento de la desconfianza en el sistema político por parte de los ciudadanos, debilitamiento institucional, desafección política, retroceso en la calidad de las elecciones, uso arbitrario de la publicidad estatal, falta de diversidad de opinión en determinados medios de comunicación, bajos niveles de transparencia en la financiación privada de los partidos, deficiencias democráticas en las prácticas partidistas, divisiones o rupturas en los principales partidos políticos y la oportunidad del surgimiento de nuevas figuras. Todo esto conlleva a una alta preocupación de los partidos, agrupaciones y movimientos políticos por el porcentaje de personas que votarán en las próximas elecciones, por lo que ya tienen bien aceitadas sus maquinarias para movilizar a ese electorado desafecto.
En una próxima entrega abordaremos de forma amplia las principales causas que conducen a este fenómeno.
