Por Francisco Tavárez
En los últimos tiempos, hemos visto cómo la sombra de la delincuencia y la criminalidad se ha extendido sobre nuestra sociedad, erosionando lentamente nuestra paz y seguridad.
Es hora de enfrentar esta realidad de manera profunda y decidida, en lugar de simplemente envolverla en el velo del marketing policial y la propaganda.
Si bien se nos ha prometido transformaciones en nuestras fuerzas policiales, la cruda verdad es que cada vez más jóvenes están graduándose en lo que podría llamarse la «universidad del crimen». Esta tendencia no solo amenaza la estabilidad de nuestro país, sino que también refleja un fracaso fundamental en nuestra capacidad para abordar las causas subyacentes de la delincuencia.
Es hora de pasar de las soluciones superficiales a medidas concretas y efectivas.
Necesitamos programas de reinserción laboral y social que saquen a los delincuentes de las calles y los reintegren a la sociedad de manera productiva. De lo contrario, corremos el riesgo de enviarlos a un sistema penitenciario que, lejos de rehabilitar, los convierte en expertos en el crimen organizado.
Es evidente que el statu quo ya no es sostenible. Necesitamos urgentemente líderes valientes y políticas innovadoras que aborden estas cuestiones de raíz.
No podemos permitirnos seguir ignorando el problema o contentarnos con soluciones superficiales.
Es hora de que alguien le ponga el cascabel al gato y nos lleve por el camino hacia un futuro más seguro y próspero para todos.