Por Stacy Frías
SANTO DOMINGO.- Desde el año 2011, cada 30 de agosto se celebra el Día Internacional de los Desaparecidos, cuyo propósito es permitirle a la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU, hacer una observación general del número de desapariciones forzadas que se han producido en el mundo durante ese año y compararlas con datos anteriores, para saber si ha empeorado, mejorado, o sigue igual.
La intención de este organismo es proponer soluciones y unir esfuerzos con los gobiernos de los países donde este tipo de situaciones se presentan regularmente.
En los últimos cuatro años en la República Dominicana se han registrado alrededor de 1,200 personas desaparecidas, pero, a pesar de las cifras, es aún más alarmante los casos de las personas que son encontradas sin vidas y no son esclarecidos, lo que genera inquietud entre la población.
La desesperación arropa a algunas familias dominicanas, con la incertidumbre de no saber sobre el paradero de sus parientes.
Algunos de los casos en el 2024 son:
El señor Bernardino Girón Brand, de 61 años de edad, quien salió de su residencia el 19 de julio y según sus familiares fue a cobrar un dinero, luego fue por combustible y también pasó por una vivienda que construye, desde entonces no saben de su paradero.
Otro caso es del joven Héctor Samir Spraud Rodríguez de 20 años de edad, reportado como desaparecido el 15 de agosto y días después fue encontrado sin vida.
También es el caso de la señora Ana Iris Román de 54 años de edad, el 4 de julio salió de su vivienda con dirección a Los Alcarrizos, sus familiares continúan la búsqueda.
Juan José Valerio de 42 años, fue reportado el 29 de junio y fue hallado sin vida en el mar Caribe.
El joven José Vittini de 26 años de edad, se encuentra desaparecido desde el 18 de marzo, siendo visto la última vez por sus familiares cuando salía de su casa en La Romana.
Ante la ola de desaparición de cientos de personas, familiares mantienen la esperanza, refugiandose en los medios de comunicación y las redes sociales en busca de ayuda o mitigar el dolor, sin importar obtener el peor de los desenlaces.
