En las esquinas de barrios populosos, en mercados improvisados y a lo largo de las avenidas más transitadas de Santo Domingo, una imagen se repite: hombres y mujeres haitianos ofreciendo productos que, aunque modestos, representan su única fuente de ingresos.
Desde botellas de agua fría, frutas, empanadas, productos de higiene, hasta ropa usada, cargadores para celulares, y accesorios plásticos, el comercio informal se ha convertido en el espacio de resistencia económica para miles de inmigrantes haitianos, que sin permisos formales ni garantías, trabajan desde tempranas horas del día bajo el sol y el ruido.
Aunque la falta de documentación los hace vulnerables ante operativos migratorios, aún así insisten en mantenerse activos para no depender de nadie.
La economía informal en República Dominicana ha crecido en los últimos años, y los inmigrantes haitianos representan una parte significativa de ella. Sin embargo, el acceso a regularización y espacios formales de trabajo y sigue siendo limitado.
Mientras las autoridades refuerzan las medidas migratorias, la realidad en las calles evidencia otra cara del fenómeno: la lucha diaria por sobrevivir con dignidad.