En la arena política dominicana, pocos nombres resuenan tan fuerte como el de Leonel Fernández. Con una trayectoria marcada por tres presidencias y un innegable impacto en la vida nacional, Fernández ha dejado una huella imborrable en la historia contemporánea de la República Dominicana.
Sin embargo, como en todo ciclo histórico, llega el momento en el que las páginas se tornan hacia una nueva dirección. Es en este punto que las palabras del propio Fernández resuenan con particular relevancia: «Yo nunca pensé ser candidato a nada en la vida…
No me quiero imaginar si hubiese querido aspirar.»
Estas palabras, cargadas de introspección y sinceridad, nos invitan a reflexionar sobre el futuro político de Leonel Fernández. ¿Es acaso momento de dar paso a nuevas figuras y visiones en la política dominicana? ¿Puede Fernández continuar acumulando poder y aspirando a la presidencia sin arriesgar su legado y su propio bienestar político?
Es indudable que el liderazgo de Fernández ha sido exitoso y que ha dejado una marca imborrable en la vida nacional. Sin embargo, es crucial reconocer que todo ciclo tiene su fin, y que persistir en un camino que ya ha llegado a su término puede acarrear consecuencias desfavorables.
El proceso político que se avecina el próximo 19 de mayo es un punto de inflexión crucial para Fernández. Si decide continuar insistiendo en su candidatura presidencial, corre el riesgo de exponerse a terminar de la peor manera posible.
El capital político acumulado a lo largo de sus años en el poder es invaluable, pero si no se administra con prudencia y visión de futuro, corre el riesgo de perderlo e incluso degradarse a niveles insospechados.
Es momento de que Leonel Fernández reflexione sobre su legado y su papel en el futuro político de la República Dominicana. Es momento de que reconozca que, aunque su influencia ha sido significativa, el tiempo de dar paso a nuevas generaciones y nuevas ideas puede estar llegando.
El director del diario El Demócrata, Francisco Tavárez, hace un llamado en su editorial, a la reflexión y al pragmatismo político.
Es tiempo de mirar hacia adelante, de abrir espacio para la renovación y el cambio, y de reconocer que los ciclos históricos, por más exitosos que hayan sido, llegan a su fin.
