El Vaticano reveló este jueves que la tumba del papa Francisco ya fue preparada en la Basílica de Santa María la Mayor, siguiendo los deseos personales del Pontífice, la sepultura, realizada en pizarra de Liguria —región de donde provienen sus abuelos maternos—, lleva una única inscripción: Franciscus, acompañada por la reproducción de su cruz pectoral.
Ubicada entre la Capilla Paulina (Salus Populi Romani) y la Capilla Sforza, la tumba se encuentra cerca del altar dedicado a San Francisco, en un rincón íntimo y significativo de la basílica liberiana. La elección del material no es casual: se trata de la pizarra de Lavagna, una piedra humilde y cálida, característica de los caminos italianos, que simboliza tanto resistencia como cercanía. Una imagen que, según muchos, refleja el estilo pastoral y sencillo de su pontificado.
El anuncio, hecho por el cardenal Rolandas Makrickas, arcipreste coadjutor del templo, conmovió profundamente a la comunidad de Cogorno, el pequeño pueblo costero donde se encuentran las raíces del Papa. Allí nació su bisabuelo Vincenzo Girolamo Sivori en 1850, antes de emigrar a Buenos Aires, donde años más tarde su descendiente, Jorge Mario Bergoglio, se convertiría en el primer pontífice latinoamericano de la historia.
En Cogorno aún reside parte de la familia Sívori, y la noticia de la tumba construida con piedra de su tierra ha sido recibida con emoción y orgullo. «Nos parecía que ese vínculo estaba olvidado… y de pronto, este homenaje nos devuelve una parte de él», expresó entre lágrimas Enrica Sommariva, vicealcaldesa del pueblo. Su voz emocionada es eco del sentimiento compartido por toda la comunidad, sorprendida y honrada de figurar silenciosamente en la historia final del Papa.
Francisco, quien nunca había expresado públicamente este vínculo con Liguria, ha mantenido sus motivaciones en el ámbito privado. Pero quienes lo conocieron personalmente en su visita a Génova en 2017, recuerdan aquel momento íntimo en que, al reencontrarse con la familia Sívori, sonrió y exclamó: “¡Por fin conozco a los Sívori!”. Fue, quizás, el preludio discreto de un último deseo: descansar, simbólicamente, sobre la piedra que vio nacer a sus antepasados.
