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“El primero que quiere saber lo que pasó soy yo”: Antonio Espaillat habla entre el dolor y la impotencia por la tragedia del Jet Set

por La redacción
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Por David Ruiz

El reloj marcaba las 10:34 de la noche cuando el techo del Jet Set Club, uno de los templos de la música tropical en Santo Domingo, cedió sin previo aviso. Fue como si la historia se rompiera de golpe: parte del plafón y el yeso colapsaron sobre un mar de cuerpos que bailaban, reían y celebraban, dejando tras de sí 232 vidas apagadas y un país en duelo.

Antonio Espaillat, propietario del icónico establecimiento, aún no encuentra palabras que logren contener el horror de esa noche. Pero intenta. Sentado en el set del programa El Día, con el rostro endurecido por la pena y los ojos que no disimulan el peso de la tragedia, lanza una frase que lo atraviesa por completo: “El primero que quiere saber lo que pasó soy yo”.

Espaillat ha sido el rostro de Jet Set desde hace más de tres décadas. Lo fundó en el mismo local que antes albergaba un cine. Desde entonces, la estructura se mantuvo prácticamente intacta. “Nunca hicimos un cambio estructural. Era el mismo techo de plafón y yeso con el que arrancamos hace 30 años”, explicó.

Lo que sí cambió —o mejor dicho, se deterioró— fue la relación entre el tiempo y el mantenimiento. “Siempre se nos caían los plafones. El yeso. Por eso el polvo blanco”, reconoció con un dejo de resignación. Según cuenta, las filtraciones de los aires acondicionados eran el enemigo silencioso. “No nos dábamos cuenta porque los plafones de yeso no se abomban. Absorben el agua y caen. Sin aviso”.

El polvo blanco. Esa imagen se ha convertido en símbolo del desastre. Muchos de los sobrevivientes lo recuerdan como una niebla súbita, que enturbió el ambiente segundos antes de que la música se apagara para siempre.

Espaillat insiste en que el mantenimiento era constante. “El mismo día del evento cambiamos plafones”, aseguró. Pero reconoce que, a pesar de las reparaciones, el sistema estaba lejos de ser infalible. “Siempre estábamos arreglando. Siempre”.

Entonces, ¿se pudo evitar?

“Si hubiera sido algo que se pudiera evitar, usted puede estar segura de que yo lo hubiera tratado de evitar”, responde con firmeza. Luego hace una pausa y deja caer la frase más íntima de toda la entrevista: “Mi hermana estaba ahí. Mi madre estaba ahí todo el tiempo también”.

No solo era el empresario cuidando su negocio. Era el hermano, el hijo, el anfitrión de una fiesta que terminó en tragedia. “Por un tema de responsabilidad, yo no lo hubiera permitido. Pero no hubo ningún aviso, todos nos sorprendimos”.

Según sus estimaciones, entre 510 y 515 personas se encontraban en el local aquella noche, incluyendo camareros, músicos y personal de seguridad. Jet Set, asegura, tenía dos salidas de emergencia y cinco salidas en total, incluida la principal. Pero eso no fue suficiente.

Hoy, Antonio Espaillat se aferra a una esperanza: el peritaje. Esa será, dice, la única herramienta capaz de responder con objetividad qué pasó realmente. “Yo quiero esperar el peritaje. Es el único que puede decir lo que pasó”.

Mientras tanto, el país entero busca también sus propias respuestas. Porque el Jet Set no era solo un club. Era un símbolo. Y ahora, es un recuerdo doloroso.

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