El río masacre juega un papel importante en la historia de República Dominicana y Haití. Este río fue establecido como frontera en el año 1776 cuando el gobernador José Solano y el Conde de Annery deciden fijar este río como frontera en la parte norte, y el río Pedernales, en la parte sur. Este límite fue ratificado por el Tratado de Aranjuez en 1777 firmado en la ciudad del mismo nombre en España.
En las discusiones posteriores acerca de los límites de ambas naciones, el 20 de febrero de 1929, se firma el Tratado de paz y amistad perpetua en el período presidencial de Horacio Vásquez. En dicho acuerdo, específicamente en el artículo 10, se estableció prohibir que se desvíen los ríos transfronterizos. De igual manera esta disposición no se podrá interpretar en el sentido de usar, a ninguno de los estados, del derecho de usar de una manera justa y equitativa dentro de los límites de su territorio respectivos dichos ríos y otros cursos de agua para el riego de la tierra y otros fines agrícolas o industriales expresa el citado documento.
Si se observa en el acuerdo queda claro que cualquier uso debe hacerse dentro de los límites de cada país sin que afecte al país vecino.
Pese a esta prohibición enunciada en el artículo citado, Haití pretende construir un canal de riego que le permita suplir de agua tanto a las familias como a la agricultura proveniente del rio masacre el cual divide a la provincia fronteriza de Dajabón en el lado dominicano y el departamento nordeste del lado haitiano.
Es harto sabido que Haití ha destruido a niveles críticos todo su sistema boscoso, su sistema medio ambiental, sus ríos, cauces, su flora, todo eso anterior a la crisis económica, política y de Estado que ha vivido el vecino país.
En razón de que el río nace en un estado y toma rumbo por el estado del otro nos sirven de límite entre los dos Estados, el acuerdo también registra que ambas partes contratantes se comprometen a no hacer ni consentir ninguna obra susceptible de mudar las corrientes de aquellas o de alternar el producto de las fuentes de las mismas.
El presidente Luis Abinader ha dicho que se buscará una solución que no perjudique a ambas naciones, pero nosotros tenemos un conflicto de estado, cultural y social porque la pobreza, la desigualdad, la inequidad, la falta de acceso a los bienes básicos para sobrevivir en Haití presionan a nuestro territorio en materia de nacionalización del empleo, de la explotación, del tráfico de los recursos naturales, todo el tema del contrabando, además de la rivalidad histórica, de un pueblo que nos invadió y todo el recelo cultural y social que llevamos los dominicanos sobre nuestros hombros, igual que los haitianos.
A esto se suma la estabilidad de la República Dominicana, versus Haití. Nosotros tenemos que sentar un precedente porque si se permite que ese canal intervenga el río masacre, luego seguirán todos los cauces que tienen su nacimiento en las provincias transfronterizas que comparten el territorio de ambos lados, luego va a seguir la tala indiscriminada, y toda las prácticas que se han dado en procesos tan delicados como la industrialización de aceite, de esencias de perfumes que se producen en árboles de parques protegidos en territorio dominicano que son intervenidos por Haití para ser vendidos a mercados extranjeros.
Por lo que vemos el tema no es tan simple y esperemos que se pueda llegar a algún acuerdo que no comprometa nuestro ecosistema.