Grabado en el temor de las miradas impotentes e indignadas de la sociedad dominicana quedará el horror que estremeció a todo un pueblo ante la muerte vil de una pareja dedicada a hacer el bien. Es un hecho que estremece con pavoroso fragor nuestras conciencias cada vez que recreamos la escena de los cuerpos sin vida y los impactos de bala del vehículo.
Reconozco que debí hacer un alto cuando me encontraba con mi familia en un proceso de reflexión y quietud, pero aquel hecho lo ameritaba porque el shock se apoderó de las miradas atónitas de mi esposa y mis suegros al comunicarles la noticia.
Desde ese día el evento ha sido noticia diaria porque cada hora surgen nuevos elementos.
Ahora se agrega otro elemento que no podemos dejar pasar por debajo de la mesa, como sé que lo hará la mayoría de medios de comunicación, y me refiero al hecho de que el abogado José Martínez Hoepelman va a representar la familia de Elizabeth y Joel. Además del eructo de la pesadumbre me salió del bajo vientre una repentina gana de reir, pero de pena, ante lo que puede convertirse este caso de gran interés mediático.
Siempre procuro ser justo en mis análisis por eso destacaré las dos caras de este evento para que ustedes, no yo, puedan, con esta especie de primicia, analizar el impacto que se genera si la familia acepta que este abogado sea quien les defienda.
Comenzaré por lo bueno. Hoepelman es un joven abogado con gran capacidad comunicacional, es muy bueno, tiene buen manejo del derecho, buen perfil académico, es una de esas figuras que cuando uno lo ve advierte que tiene capacidad. De alguna manera, responde a los cánones de aceptación que se prodigan en una sociedad con matices visiblemente clasista. Él no solo tiene el estereotipo que conecta con la sociedad, sino que se ha preparado para explotar esas debilidades de nuestras élites económicas, sacando máximo provecho de los oscuros intereses que Hoepelman ha representado.
Yo también soy abogado y conozco de muchos colegas que no se han preparado lo suficiente y exhiben presumidos patrones de lectura, se pavonean hasta en medios de comunicación con alas de pavo real y pechos inflados, tal como es el caso de Hoepelman y debemos admitir que hasta a mí me logró engañar cuando lo conocí en la defensa del caso de Émely Peguero; como muchos yo fui uno de los tantos dominicanos que vimos en este joven Abogado una esperanza, hasta que el mismo padre de Émely denunciara que el Abogado lo había traicionado y vendido el caso.
Pero Hoepelman se ha dedicado a casar casos que generan fama y notoriedad ante la sociedad para realizar una especie de “diezmo” penal asumiendo a costa de personas cuyas causas son impactantes pero que quizá no disponen de los recursos para tener un abogado como él, algo que no estaría mal si no sucedieran otras cosas que ponen en entredicho su bonhomía.
Pondré algunos ejemplos. En primer lugar, el caso de Émely Peguero de quien se generaron muchas especulaciones sobre el rol que jugó porque las conclusiones fueron desastrosas. No es justo culpar a Hoepelman, de hecho, yo no me atrevería a decir que fue por su culpa que Marlin Martínez, principal culpable, hoy esté en libertad, sin embargo, el padre de la niña lo acusó de traición.
El abogado no es quien decide la medida de un juez, pero sí debe inspirar la suficiente confianza en casos como estos para agotar todos los recursos porque hago el símil con lo que sucede con un médico. Dios es quien decide la vida del ser humano, pero también el médico juega su papel.
La pregunta aquí es ¿se prestaría Hoepelman para hacer que de forma deliberada se pierda un caso? ¿Hasta qué punto este abogado se ha ganado que la opinión pública y la sociedad hoy no confíe en él?
Otro caso que quiero mencionar tiene que ver conmigo y lo revelaré por primera vez. Cuando un servidor fue intimado por denunciar la corrupción en la cámara de cuentas hicimos alusión a la acusación que había hecho el padre de Émely sobre Hoepelman, en ese momento nos contactó por la red social de Instagram y prácticamente nos amenazó y en vez de ponerse del lado de quien está luchando contra los corruptos hace lo opuesto.
Hace años que le abrí las ventanas al miedo y lo dejé que volara a posarse en personas que, posiblemente, lo necesiten, pero ese no es mi caso, por lo que no tendría el mínimo temor de enfrentarme en el escenario que él disponga.
Pero lo sucedido conmigo sería la antesala de lo que después iba a ser un caso mayor. Cuando se produjo la acusación contra el periodista Marino Zapete el único abogado que aceptó defender a Jean Alain Rodríguez, el procurador más corrupto que ha tenido el país fue José Hoepelman. En vez de ponerse del lado de un periodista que podrá tener defectos como muchas personas, pero ha demostrado ser íntegro en el ejercicio del periodismo, se pone del lado de quien ha sido el funcionario más rechazado y ahí terminó de socavar su imagen.
El peor error de la familia de Elizabeth y Joel es permitir que sea Hoepelman el abogado que asuma su caso porque su práctica es una especie de lavado de conciencia penal. Asume casos que generan sensibilidad y solidaridad, pero luego se presta para intereses viles. Si quisiera reivindicarse debería pedir perdón a la sociedad por actuar en contra de Marino Zapete y posiblemente la gente pueda cambiar la mirada sobre él. Si bajara de esa grandeza que desborda su claro espejismo, la sociedad podría apreciar algo más que el enervado ruido de su ego que solamente se equipara al de una carreta vacía.
