La «a» de Faride ¿Cambio Real o Simbolismo Superficial?

Por Francisco Tavárez  

En una reciente reunión del Consejo de Ministros en Santo Domingo Este, la ministra de Interior y Policía, Faride Raful, protagonizó un pequeño gesto que rápidamente captó la atención mediática y de las redes sociales. Al notar que su placa la designaba como «ministro», Raful hizo una corrección sutil pero significativa, cambiando el término a «ministra». Este gesto fue compartido por la funcionaria en sus historias de Instagram bajo la etiqueta #EstamosCambiando, lo que generó reacciones mixtas entre los ciudadanos.

El detalle parece, a primera vista, un ejemplo de reivindicación de la igualdad de género, una corrección necesaria para reflejar el respeto a la identidad y el rol de las mujeres en posiciones de poder. Sin embargo, es válido preguntarse si este tipo de gestos simbólicos realmente representa el cambio profundo y positivo que el país necesita, o si es solo una manifestación superficial de las luchas sociales y políticas.

En un contexto donde la inseguridad ciudadana, la desigualdad económica y la corrupción continúan siendo los problemas prioritarios para los dominicanos, resulta crucial no desviar nuestra atención hacia lo anecdótico. La corrección en una placa es importante para avanzar en la igualdad de género en el lenguaje, pero eso no debe hacernos perder de vista los desafíos estructurales que enfrenta la nación.

Es aquí donde radica el verdadero debate. Las políticas públicas deben centrarse en soluciones concretas que mejoren la vida de los ciudadanos. Temas como la ideología de género, el matrimonio entre personas del mismo sexo, y otros temas liberales son parte de una conversación necesaria sobre derechos y libertades, pero no son las respuestas mágicas a los problemas que aquejan a nuestra sociedad. No caigamos en la trampa de pensar que estos debates, por importantes que sean en el ámbito de los derechos individuales, deben ser la prioridad absoluta.

El cambio que necesitamos debe enfocarse en mejorar la seguridad, en combatir la corrupción, y en garantizar que todos los ciudadanos, sin importar su género, orientación o condición social, puedan vivir en una sociedad justa y equitativa. Las correcciones lingüísticas son valiosas, pero la transformación real que espera el pueblo dominicano debe venir acompañada de políticas públicas robustas, decisiones valientes y acciones concretas.

En resumen, si bien es importante que los cargos públicos reflejen correctamente la igualdad de género en su denominación, el verdadero cambio se mide por las mejoras tangibles en la vida cotidiana de los ciudadanos. No nos dejemos distraer por gestos simbólicos que, aunque valiosos, no pueden sustituir el enfoque en las soluciones reales.

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