La Policía Nacional fue creada el 23 de marzo de 1936 por el dictador Rafael Leonidas Trujillo. Al surgir en el contexto de una dictadura la Policía aprendió a ser represiva, autoritaria y a entender que la sociedad debía obedecerle porque sí.
La Policía Nacional es un cuerpo armado, técnico, profesional, de naturaleza policial, principal responsable de la vigilancia policial y seguridad ciudadana de todo el país. Se encarga además, a través de sus numerosas unidades especiales, de investigaciones contra el crimen organizado, terrorismo, penales, judiciales. Investigación y persecución de los delitos relacionados con la droga, y asuntos sobre orden público.
Pero si observamos todo lo que la policía debe enfrentar podemos concluir que su gran debilidad ha sido convertirse en parte del problema. Se han integrado al crimen organizado, no cumplen con la seguridad ciudadana, cobran peajes por las drogas y la sociedad la teme.
El análisis sobre la policía ha de partir del rol que la ley le otorga a esa institución. Y cuál ha sido la práctica a lo largo de su historia.
La policía es auxiliar de la justicia, no está para aplicar la ley, sino para hacer posible lo que las instancias del poder judicial determinen.
En el análisis sobre esta institución hay una mezcla de hipocresía e ignorancia, acompañado de un poco de amnesia.
Después de Trujillo la estabilidad en el país fue retomada por Joaquín Balaguer, alumno aventajado del tirano. Gobernó por 12 años consecutivos y en sus gobiernos la policía fue calificada como “banda criminal”. Esto así porque su rol era perseguir a todo lo que olía a oposición o que se supusiera de izquierda.
Entrada la democracia, a partir del 78, se abandona la persecución política y se da paso al discurso del intercambio de disparos. Una excusa que implicó cientos de ciudadanos muertos. En un país que tiene prohibida la pena de muerte nadie se ofende y celebran esos hechos.
Sin justificación alguna, nadie se pregunta por qué un sujeto que recibe salario de miseria, tiene abundantes bienes, amantes, y vive como quiere.
Causa de este fenómeno: políticos, empresarios, comerciantes, clérigos y para gentes de todas las especies, el policía es bueno si sirve a sus intereses.
Lo que vemos hoy es la cosecha de una sociedad que pretende una institución funcional en una colectividad disfuncional. Una sociedad donde prima la corrupción y el tráfico de influencia que conlleva a legitimar como válido lo que hace esa policía, aunque la critique.
Quizá resulte extremista nuestra posición, pero pensamos que la policía no se arregla con reformas, sino con su disolución y pensar en otro cuerpo diferente.
¿Qué opina usted al respecto?
Por: Francisco Tavá
