Por Rafael Barón Duluc
En momentos como estos, se impone la prudencia, el sentido común y, sobre todo, la empatía. No estamos ante una situación normal, y por lo tanto, las respuestas tampoco pueden serlo. Es necesario que las instituciones gubernamentales rompan, en la medida de lo posible, con los protocolos y esquemas burocráticos habituales. Este es un momento para actuar con humanidad y flexibilidad.
Pedimos paciencia y consideración con los familiares de los fallecidos y heridos. Las clínicas y hospitales deben mostrar un trato más humano que nunca, entendiendo el dolor, la confusión y el desbordamiento emocional de quienes acuden a ellos.
A las casas de empeño y compraventas, solicitamos no aceptar ningún artículo sin verificar claramente su origen. Es momento de contribuir a la justicia y a la transparencia, no de aprovecharse del caos.
A las compañías de seguros y centros médicos, les pedimos adaptarse a la realidad de que muchas personas han perdido documentos y carnés de afiliación. Hay que buscar mecanismos alternativos para identificar a los pacientes y brindarles la atención que necesitan.
Finalmente, a los empleadores del sector público y privado, pedimos comprensión ante la ausencia de empleados que podrían estar heridos, afectados o en la búsqueda de familiares. No es momento para rigidez, sino para solidaridad.
En conclusión, todos —ciudadanía, instituciones, empresas y autoridades— debemos actuar con un profundo sentido humano y estar dispuestos a hacer excepciones. Este es un tiempo para estar unidos, apoyarnos mutuamente y recordar que, más allá de los procedimientos, está la vida y el bienestar de las personas.