El fútbol siempre ha sido un ámbito fértil para los sobrenombres de sus jugadores: desde Pulgas hasta Tanques, desde Toros hasta Matadores. Pero cuando se habla del Rey sólo hay uno: Edson Arantes do Nascimento, Pelé.
Edson Arantes do Nascimento nació el 23 de octubre de 1940 en Tres Corazones, en Minas Gerais y su infancia estuvo marcada por dos ilusiones: tratar de ser jugador de fútbol como su padre, y revertir la historia de la selección de su país ganando una Copa del Mundo tras el fracaso en el Mundial de 1950 en el Maracaná ante Uruguay, cuando él tenía sólo nueve años y sufrió mucho aquella situación.
Su padre, Joao Ramos do Nascimento, Dondinho, era un buen delantero que hasta llegó a marcar cinco goles de cabeza en un mismo partido (Pelé dijo que es un récord que siempre quiso batir y no pudo).
Pero, aunque no logró batir el récord de su padre impuso otros que se necesitarán muchos años para batirlo: transformar para siempre el juego que siempre amó.
Pocas veces resultó tan sencillo describir al fútbol como fenómeno. Decir Pelé lo resume todo y no necesita traducción en ningún lugar del planeta. Tres títulos mundiales de selecciones, dos de clubes y 1283 goles en su carrera podrían acabar con cualquier comparación, pero el genio de Brasil fue mucho más que eso. Representa la belleza del juego, la maravilla del espectáculo. A los 82 años, y tras convivir durante meses contra una delicada enfermedad que deterioró su salud, este jueves 29 de diciembre murió en el Hospital Albert Einstein de San Pablo. El eterno rey ahora es una leyenda.
Adiós al más grande entre los grandes.
Por: Francisco Tavárez, El Demócrata.