En el día de ayer falleció, a los 91 años, el expresidente de Rusia Mijal Gorbachov, último líder de la URSS. Apenas se menciona su nombre de inmediato llega a nuestra cabeza dos palabras: Perestroika y glasnost, pero ¿qué fueron estas dos medidas? ¿Qué las causó?
En la década de 1980 el nivel de vida en la URSS estaba cayendo, mientras en Estados Unidos y Europa avanzaba cada vez más.
La economía soviética pasaba por graves apuros y Moscú no podía permitirse mantener la cada vez más exigente carrera armamentista con Washington.
Por otro lado, informes del gobierno indicaban la necesidad de fomentar las pequeñas empresas privadas para sostener la economía.
Así, Gorbachov creyó que era necesaria una reforma integral que permitiera modernizar y reestructurar la economía de la Unión Soviética. A esta visión se le llamó «perestroika».
Desde 1985 Gorbachov emprendió una serie de aperturas económicas -entre ellas la propiedad privada de algunos bienes- y relaciones comerciales con Occidente. Siempre sobre las bases del socialismo.
Básicamente, la perestroika tenía como objetivo cambiar la economía de planificación central de la Unión Soviética hacia una economía de mercado.
China ya había iniciado reformas similares bajo el mando de Deng Xiaoping desde 1979. Esto provocaba que algunos analistas comparan la perestroika con las políticas reformistas de su vecino.
Y, si bien hay similitudes, la mayor diferencia es que en el caso de la URSS la apertura económica estuvo acompañada de una liberalización política. Pero también social y cultural sin precedentes en el mundo comunista: la «glasnost».
La glasnost
La nueva doctrina amplió la libertad de expresión en el país hasta niveles inesperados.
Libros hasta entonces prohibidos, que desafiaban no solo la historia oficial sino también la legitimidad del gobierno comunista, pasaron a publicarse en grandes ediciones.
Se liberó de prisión a disidentes políticos y se investigaron excesos de la justicia, al tiempo que cesaba la persecución religiosa y se toleraban distintos credos.
La ideología oficial, el marxismo-leninismo, fue reemplazada por el pluralismo ideológico y la libre investigación intelectual.
Se decretó la libertad de comunicación (por ejemplo, dejaron de interferirse las ondas de transmisiones extranjeras). Y se permitió a los ciudadanos viajar a países occidentales, algo terminantemente prohibido hasta entonces.
También se desclasificaron informes que permanecían bajo secreto sobre la violenta represión de la época estalinista.
En política supuso un cambio radical dentro del Partido Comunista al abandonar su llamado «centralismo democrático», eufemismo que alude a un bloque jerárquico, estrictamente disciplinado. Pero también intolerante con la disidencia.
Con casi 20 millones de afiliados, el partido se dividió en diferentes plataformas políticas que participaron en las elecciones de 1989, 1990 y 1991.
La legalización de partidos de la oposición con un cambio constitucional en 1990 legitimó el nuevo pluralismo político.
En el plano internacional, Gorbachov decretó el regreso de las tropas de Afganistán. En 1989 se retiraron por completo del país tras 10 años de invasión.
El último líder de la Unión Soviética también estableció buenas relaciones personales con los líderes políticos occidentales, logrando acuerdos de reducción de arsenales nucleares y misiles.
Su paso más crucial fue renunciar públicamente a la «doctrina Brezhnev» de soberanía limitada para los países del bloque en Europa del Este. Otorgándoles la libertad para seguir siendo comunistas u optar por otro sistema político.
Desde 1989 todos ellos le tomaron la palabra y depusieron a sus líderes comunistas locales pacíficamente (excepto en Rumania) sin que Moscú enviara soldados para evitarlo.
Esta fue la gran obra de Mijael Gorbachov y por ello será recordado.
Por: Francisco Tavárez, el Demócrata.