¿Por qué depender de Haití?

SANTO DOMINGO.- Las recientes prohibiciones impuestas por las autoridades haitianas a la entrada de productos perecederos dominicanos en su territorio han reabierto un viejo debate: ¿hasta cuándo vamos a depender de un país en crisis constante? Es indignante que un país cuya economía está profundamente desorganizada y cuya infraestructura de gobierno se tambalea, se atreva a cuestionar la calidad de los productos dominicanos que han sostenido su mercado durante años.

La República Dominicana, con sus más de 10 millones de consumidores y un próspero mercado turístico, tiene la capacidad de producir bienes de alta calidad que son demandados tanto a nivel local como internacional. Este es un país que ha sabido diversificar su economía, apostando al turismo, a la agricultura moderna y a la industria. Entonces, ¿por qué seguimos dependiendo de un vecino cuya situación interna sigue sumida en el caos?

Es claro que la dependencia de Haití ha sido alimentada más por la inercia que por la necesidad. Nuestros productos, en lugar de depender del capricho de un gobierno debilitado y sin rumbo, deberían ser destinados a nuevos mercados internacionales. Es hora de fortalecer las relaciones comerciales con otras naciones y dejar atrás la idea de que Haití es un mercado indispensable para nuestra economía.

Dejar de llorarle a Haití no significa abandonar la cooperación y el apoyo humanitario que se ha brindado al vecino país durante décadas. Lo que debe cambiar es la forma en que abordamos las relaciones comerciales. Haití debe ser un socio, no una carga. Nuestra economía no puede seguir viéndose afectada por las decisiones arbitrarias de un país que no tiene capacidad para cumplir con sus propios compromisos comerciales.

El futuro de la República Dominicana debe centrarse en la expansión de sus horizontes. Hay mercados en todo el mundo esperando por los productos dominicanos. Es hora de apostar por ellos y dejar de lamentar lo que Haití no puede ofrecer.

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