Coronavirus, confinamiento, crisis, rescate, gasto. Posiblemente estas sean las palabras más utilizadas durante esta pandemia, pero a ese listado tendríamos que agregarle una más: DEUDA.
Gobiernos y empresas, como también muchas familias, se han endeudado para hacer frente a la peor crisis económica global de las últimas décadas.
Los gobiernos -a través de la emisión de bonos soberanos- se han endeudado para solventar el gigantesco gasto fiscal provocado por la pandemia. De hecho, en 2020 América Latina emitió bonos de deuda gubernamental y corporativa por un valor cercano a los US$157.000 millones en mercados internacionales.
La pandemia de covid-19 se ha saldado con una caída del 8,1% del PIB en América Latina, superando el impacto de la crisis en la Unión Europea y de otras economías emergentes.
Esta crisis habrá ocasionado el cierre de 2,7 millones de empresas latinoamericanas, es decir el 19% del total de las empresas.
El turismo, la cultura, el comercio, el transporte y la moda han sido los sectores más afectados. Estos suponen el 24,6% del PIB y el 34,2% del empleo. Por el contrario, las actividades que se han visto menos afectadas han sido la agricultura, la ganadería y la pesca, la producción de alimentos, los productos médicos y las telecomunicaciones. Estas actividades suponen el 14,1% del PIB y el 18,2% del empleo.
La crisis ha afectado a las empresas de forma diferente, según su tamaño. Más de 2,6 millones de microempresas cerrarán. De hecho, desaparecerá el 20,7% de las microempresas y solo el 0,6% de las grandes empresas. La gran mayoría son empresas dedicadas al comercio, a servicios comunitarios, sociales y personales, y hoteles y restaurantes.
Otro problema es que, si la recaudación de impuestos se vio afectada por el cierre de actividades y por la caída del consumo, también se han incrementado los gastos públicos aumentando los déficits y las deudas públicas. Según la CEPAL en América Latina las exportaciones cayeron un 10,1% y las importaciones un 13,4%.
Las perspectivas de recuperación no son buenas: las empresas están registrando importantes pérdidas. Las remesas de los trabajadores latinoamericanos se redujeron un 19,3% en 2020 según el Banco Mundial. Entre el 80% y el 90% de las remesas se destinan a cubrir necesidades básicas de los hogares, como la alimentación o la salud.
En los años previos a la pandemia América Latina había conseguido reducir los índices de pobreza que habían pasado de afectar al 45,2% de la población en 2001, al 30,3% en 2019.
Ahora, con la covid-19, el número de pobres aumentará en 28,7 millones de personas, hasta alcanzar la cifra de 214,4 millones de pobres en la región. A su vez, la pobreza extrema afectará a 15,9 millones más, sumando en total 83,4 millones de personas.
En definitiva, la pandemia está teniendo un fuerte impacto económico y social en América Latina. Se ha incrementado el desempleo y se han cerrado empresas, se han deteriorado las cuentas públicas y han aumentado la pobreza y la desigualdad.
Pero, aunque parezca ilógico, a diferencia de los países ricos que ofrecen bajas tasas de interés, América Latina se ha vuelto atractiva para los grandes fondos de inversión porque ofrece intereses más altos en relación al resto del mundo.
Esa es la razón fundamental que explica el constante flujo de capital privado hacia la región en medio de la crisis. Y la mayor parte de ese flujo proviene de inversores en Wall Street.
Entre comprar deuda en América Latina y comprar deuda en Estados Unidos, es mejor negocio en este momento para los inversores comprar deuda en la región, aunque el riesgo sea mayor.
A eso se suman perspectivas favorables sobre los precios de las materias primas y un dólar más débil, todas razones que aumentan el apetito por invertir.