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Por Francisco Tavárez
En la reciente reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, el ministro de Relaciones Exteriores de República Dominicana, Roberto Álvarez, instó a las naciones a asumir un rol más activo y directo en la pacificación del país vecino, destacando que la situación no solo amenaza a Haití, sino a la estabilidad de toda la región.
Álvarez advirtió sobre el peligro de legitimar a las bandas criminales integrándolas en un eventual gobierno provisional, una medida que podría consolidar el poder de estas estructuras delictivas en lugar de combatirlas.
Las imágenes de tragedias recientes, como el ataque de la banda Gran Grif en Pont Sond que dejó al menos 70 muertos, o el linchamiento masivo de más de 200 personas acusadas de brujería, son un testimonio de la desesperación y el desgobierno que imperan en Haití. La proliferación del tráfico de armas y la falta de una fuerza de seguridad efectiva solo agravan este sombrío panorama.
Frente a esta realidad, la República Dominicana ha alzado la voz, pidiendo un compromiso real por parte de la comunidad internacional. No se trata únicamente de discursos, sino de acciones concretas que respalden a las autoridades haitianas, fortalezcan el Estado de derecho y garanticen la seguridad de su población.
Haití no puede superar esta crisis por sí solo. Es un deber moral y estratégico de las naciones apoyar al pueblo haitiano en su búsqueda de paz y estabilidad. Es hora de que el mundo actúe con responsabilidad y solidaridad, porque el fracaso en Haití es una amenaza para todos.
