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El mundo despide hoy al papa Francisco, un hombre de fe y convicción que no solo cambió la historia de la Iglesia, sino también la vida de millones. Tras más de 35 días de lucha, partió el 21 de abril, dejando como último gesto una bendición cargada de esperanza durante el Domingo de Resurrección. Su adiós, en medio del júbilo pascual, fue también una lección de entrega y amor hasta el final.
Francisco fue un papa distinto. Cercano. Humano. Compasivo. Defensor incansable del medio ambiente, de los derechos de las mujeres, de los divorciados, y de una Iglesia más inclusiva y al servicio de los pobres. Rompió moldes, enfrentó resistencias internas, y abrió caminos de diálogo y renovación.
Su partida ha provocado una ola de condolencias que recorre el planeta. En América Latina, su tierra natal, el duelo es profundo. En Europa y otros rincones del mundo, su figura sigue siendo símbolo de coraje moral, de compromiso social y de una espiritualidad que no teme ensuciarse los pies para caminar con el pueblo.
Primer pontífice latinoamericano. Primer jesuita en llegar al trono de Pedro. Papa Francisco quedará en la memoria colectiva como un pastor con olor a oveja, un reformador en tiempos convulsos, y una voz que nunca dejó de clamar por justicia, misericordia y paz.