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Por Francisco Tavárez
En el Liceo Profesora Ana Antonia Grullón, en Santiago, un grupo de estudiantes realizó un baile considerado inapropiado por las autoridades educativas, abriendo un debate en la sociedad sobre los límites entre la disciplina y la libertad de expresión juvenil.
Ante el escándalo, la Dirección Regional del Ministerio de Educación de Santiago ha anunciado sanciones tanto para los alumnos involucrados como para los docentes responsables, lo que ha generado reacciones encontradas.
Es innegable que las instituciones educativas tienen la responsabilidad de establecer normas de conducta para garantizar un ambiente de respeto y formación adecuada. Sin embargo, también es necesario preguntarse si la respuesta ante este hecho es proporcional a la supuesta falta cometida. En una sociedad en constante evolución, donde los jóvenes se expresan de múltiples maneras, es fundamental revisar los enfoques disciplinarios y adaptarlos a nuevas realidades.
La viralización del video ha puesto en evidencia no solo un acto que algunos consideran irrespetuoso, sino también la falta de comunicación efectiva entre los distintos actores del sistema educativo. ¿Son los estudiantes los únicos responsables de lo ocurrido? ¿Existe un problema más profundo en la manera en que se inculcan los valores dentro y fuera de las aulas?
Para cambiar la sociedad y formar ciudadanos responsables, no basta con imponer sanciones drásticas. Es necesario un pacto de compromiso entre el hogar, la escuela y la sociedad en general. Solo a través del diálogo, la educación en valores y el entendimiento intergeneracional podremos garantizar un futuro donde la disciplina y la libre expresión coexistan en equilibrio.
