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Por: Yolaine Vásquez
SANTO DOMINGO.-La noche se convirtió en un infierno en Guayacanes. Un incendio forestal arrasó con entre 500 y 600 tareas de terreno, dejando a su paso un paisaje de cenizas y árboles carbonizados.
Las llamas avanzaron con furia, impulsadas por el viento y la sequedad del suelo, obligando a los bomberos de San Pedro de Macorís a desplegar tres unidades en un esfuerzo desesperado por contener la destrucción.
Desde la noche hasta las dos de la madrugada, los equipos de emergencia lucharon contra el fuego, logrando controlarlo en un 99%.
El miedo se extendió entre los residentes al correr el rumor de que una planta de gas estaba en las cercanías del siniestro. Sin embargo, el jefe del Cuerpo de Bomberos de San Pedro de Macorís, coronel Rubén de la Cruz, aseguró que no había riesgo inmediato.
“La planta está a más de dos kilómetros del área afectada, y las tuberías en nuestra jurisdicción están debidamente señalizadas”, explicó. Pero la incertidumbre persiste: ¿qué habría ocurrido si el fuego hubiera seguido avanzando sin control?
Este incendio es solo un presagio de lo que podría venir. Con la llegada de la temporada seca, los incendios forestales comienzan a multiplicarse, poniendo a prueba la capacidad de respuesta de las autoridades. “Estos son incendios que ya en esta época comienzan a darnos este tipo de trabajo”, admitió De la Cruz.
La devastación de Guayacanes es un recordatorio de que un solo descuido puede convertirse en una tragedia de dimensiones incalculables.
El humo persiste, el peligro sigue latente. Bomberos evaluarán daños, pero la lección es clara: la naturaleza no perdona.