«Acelerado» es la palabra que mejor define el avance de la inteligencia artificial. Mucho se ha hablado de sus diversas herramientas y de sus incontables beneficios, pero, en mi opinión, se ha hablado muy poco de por qué es necesaria una regulación, hacia dónde debe encaminarse y qué estamos haciendo para que se convierta en una realidad.
Se ha advertido que la IA puede ser utilizada con fines perversos, como vulnerar la intimidad de las personas, atentar contra las informaciones clasificadas de los gobiernos y comprometer la confidencialidad de las empresas. Los debates éticos y legales, al parecer, han sido engorrosos o no han generado la preocupación suficiente para que la regulación de la IA sea una realidad.
Los avances tecnológicos deben ser nuestros aliados, pero sin un muro de contención legal y razonable, estaremos al borde del caos social. Para empezar, la regulación de la IA debe estar orientada hacia cuatro pilares legales: protección de la privacidad, cómo y hacia dónde debe emplearse, confidencialidad, la creación de entes reguladores independientes y la implementación de una legislación con consecuencias serias para quienes delinquen valiéndose de esta herramienta tecnológica.
La Unión Europea es uno de los escenarios donde se han dado pasos mucho más firmes, discutiendo sobre la mesa un proyecto de ley para regular la IA. Es imperativo que se desarrollen estas normas legales para poner límites conscientes al uso de las empresas y sus posibles resultados. El objetivo nunca debe ser poner muros insensatos a la tecnología; no obstante, la realidad ha demostrado que aquello que no es regulado con eficiencia termina permeando de manera perjudicial áreas esenciales para nuestro desarrollo social y humano.
Mientras evidenciamos iniciativas tímidas, como la celebración de congresos y cumbres para hablar sobre la IA, hay sectores como la medicina, la política y el sector privado que presentan un uso preocupante. Cada país debe reconocer sus debilidades y realidades al momento de integrar en su estructura jurídica una ley de esta naturaleza. Esto último es importante subrayarlo, porque es bien conocida la «importación» de leyes de otros países con evoluciones y necesidades muy distintas a las nuestras.
Por ahora, hay más preguntas que respuestas, pero esas preguntas necesitan estar acompañadas de acciones. Una de las principales investigaciones sobre la IA ha planteado las preguntas más perturbadoras: “¿Qué pasará cuando estos sistemas estén al servicio de las estafas que desde siempre han llenado internet? ¿Y cuándo respalden los intereses de campañas políticas o de gobiernos extranjeros?”
