Por Francisco Tavárez
La Ministra de Interior y Policía, Faride Raful, enfrenta hoy un creciente rechazo ciudadano, consecuencia directa de su traición a los principios fundamentales que sostienen la República Dominicana. Su gestión, lejos de fortalecer la convivencia y garantizar el respeto a las leyes, ha sembrado hostilidad, inseguridad y desconfianza en la población.
No podemos permitir que sigan quebrantando nuestra identidad nacional ni nuestras leyes. Es una afrenta a la soberanía permitir que en suelo dominicano —donde la Constitución debe ser defendida con firmeza— se organicen marchas de nacionales haitianos, ya sean legales o ilegales. Nuestra tradición de solidaridad no puede confundirse con la claudicación de nuestra soberanía.
Faride Raful, al mostrar una preocupante permisividad frente al desbordamiento migratorio, ha abandonado su deber de proteger la nación. A ello se suma una política autoritaria de incautaciones indiscriminadas de bocinas y restricciones arbitrarias a la movilidad, lo que ha generado aún más indignación popular.
Peor aún, su intolerancia a la crítica ha dejado al descubierto un talante arrogante e irrespetuoso: responde a las legítimas preocupaciones de los ciudadanos con sarcasmos e insultos, mostrando así una absoluta incapacidad para ejercer un liderazgo democrático y sensato.
Hoy más que nunca, la República Dominicana necesita firmeza, patriotismo y respeto estricto a su Constitución. Faride Raful ha traicionado esos valores esenciales. Su gestión errática, irrespetuosa y dañina no puede seguir teniendo cabida en un país que merece ser defendido, no entregado.
